jueves, 26 de noviembre de 2009

Arquitectura Peruana



Antes de salir de Lima y mudarme fuera, lo cual ocurrió cuando tenía 12 años, siempre veía a la ciudad como un lugar desordenado, poco bonito. Recuerdo andar en el carro mirando por la ventana cuestionandome por qué la gente en Lima tenía tan mal gusto y pintaba sus fachadas de colores tan poco combinables una con la otra, y porque todo era tan poco ordenado, poco estandarizado. Recuerdo haber recorrido el centro con uno de mis primos mayores quién, en un verano, cuando tendría apenas unos 9 años me llevó varias mañanas a conocer lugares en el centro. Mi perspectiva en ese entonces era que habían lugares muy bonitos pero que, según yo, habían otros que tenían que ser modernizados ya que en ese entonces yo asociaba el descuido de la arquitectura colonial como algo viejo que debía ser reemplazado.
A los 12 años salí de Lima a vivir en la utopía arquitectónica que yo tanto deseaba Lima fuera. Me mudé a una ciudad en los suburbios de Washington DC en el norte de Virginia. Ahí todas las casas eran más o menos iguales, sobre todo si se hallaban en una misma urbanización. No era permitido pintar (o más bien cambiar el “siding”) a un color que no esté dentro de la paleta de colores aceptados para mantener la homogeneidad de la urbanización. Los centros comerciales eran bastante parecidos unos de los otros. Todo era perfecto, bonito, agradable, placentero y lo adoré a un principio, y así como rápidamente me encantó, también rápidamente me aburrió. No tengo nada en contra de Virginia, es más, para mí es un lugar muy bonito y es el lugar donde pasé gran parte de mi vida y donde aún vivo. No obstante a Virginia le falta eso que tanto me desagradó de pequeña en lo que arquitectura se refiere: la mezcla entre lo colonial, lo criollo, lo nuevo, lo viejo, lo que no se terminó y lo que quizás nunca realmente se empezó, ese bello desorden que se llama Lima.
Después de 5 años en el extranjero regresé a Lima por primera vez, a reconocer mi ciudad, y el sólo pensar que el momento de regresar a mi “casa” de la infancia había llegado, me costó una lágrima en el avión cuando se anunciaba el descenso a la Ciudad de Lima y desde la ventanilla sólo se veía una neblina densa de un color semi-rojizo. En esas tres semanas tomé mil fotos de calles, edificios, lugares, todo lo que 5 años atrás había despreciado, me parecía hermoso. Vi a Lima con otros ojos y fue recién ahí que de verdad la pude admirar. Ahora que he tenido la oportunidad de estar en Lima por un amplio periodo, cosa que no me imaginé sería posible hace tan sólo un año y medio atras, he podido apreciar aún más la arquitectura Peruana. Al pasar por lugares como el Centro, Barranco o el Rímac donde hay aún casas de las épocas coloniales y post-coloniales, me da mucha pena ver que muchas no han sido conservadas. Veo su belleza en bruto y a la vuelta de la esquina veo lo que podrían ser. Por otro lado, me agrada mucho ver que hay mas construcción y que más edificios sean construidos para poder brindar vivienda a más gente, ya que hay que ser realistas, y la verdad es que Lima necesita crecer en alto para abastecer las necesidades de la población; pero al mismo tiempo los proyectos que mas me agradan son esos que en zonas residenciales de viviendas unifamiliares evitan construir edificios muy grandes que rompan el perfil de la ciudad, pero que en vez se acoplen al perfil del barrio que los rodea. También es alentador ver obras públicas en múltiples partes de Lima, y que se esté intentando estandarizar el transporte, lo cual es básico para el buen funcionamiento de toda ciudad (y espero que está vez el intento funcione). Ya no me molesta ver contraste de colores en las fachadas, es más lo veo como un aspecto bonito y peculiar de Lima y aparte beneficioso para combatir ese polvillo que nos rodea y se ve tan mal en las fachadas blancas que no se mantienen limpias. Ahora tampoco pienso, como antes pensaba, que los pueblos jóvenes e invasiones deben ser intervenidas bruscamente pero que sino estas deben ser incorporadas dentro de la ciudad como parte de la misma y mejoradas usando conocimientos de planeamiento urbano para garantizar el bienestar sus habitantes. La respuesta a esta problema no la tengo clara aún per espero que algún día esta surja en mi cabeza con más claridad.
Pienso ahora que la tarea del arquitecto Peruano de construir la arquitectura del futuro de este país se basa en que todo arquitecto primero aprenda a apreciar la arquitectura Peruana y sepa distinguir entre las bellezas y los problemas de la misma. Se tiene que ver la arquitectura de una manera positiva y como un instrumento para el cambio. El arquitecto Limeño debe saber que Lima es bella, y eso hay que siempre mantenerlo claro, pero que al mismo tiempo necesita cambios arquitectónicos importantes para asegurar el bienestar de TODOS sus habitantes. Ideas para el cambio que se me cruzan por la cabeza rápidamente incluyen: el compromiso en la restauración y preservación del patrimonio histórico nacional en el cuál se restauren estas hermosas fachadas coloniales y en el interior de estas los espacios puedan ser usados de manera funcional (como en el caso del Metro de Barranco), incorporar los pueblos jóvenes a la ciudad y aliviar el problema de la vivienda, empezar a introducir una arquitectura verde, y finalmente, por encima de todo, dejar de pensar un poquito en uno mismo y pensar más en lo que uno puede hacer como arquitecto de esta gran ciudad.

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